De la Confesión
de Augsburgo
La Confesión de Augsburgo fue un resumen de la fe de acuerdo a Lutero y los
reformadores de su movimiento. Salió de los Artículos de Torgau, un escrito de las creencias “luteranas” hecho por Lutero, Justus Jonas y Felipe Melanchthon, a petición del emperador Carlos V.
Debido a los ataques de
John Eck,
Felipe Melanchthon
vio la necesidad de editar y aumentar
los Artículos y escribió la Confesión de
Augsburgo, la declaración de fe que
todavía es la base de la Iglesia Luterana.
La Confesión fue presentada el 25 de junio
de 1530 en el palacio del obispo de Augsburgo, en
frente del emperador. Los príncipes luteranos defendieron su fe con valentía, y uno declaró al emperador que tendrían que cortarle la cabeza antes de que renunciara al Evangelio de Cristo. A continuación algunos de los puntos más importantes del elocuente documento:
“...No podemos obtener el perdón del pecado y rectitud delante de Dios por nuestros propios méritos, obras o satisfacciones, pero... recibimos el perdón del pecado y somos rectos delante de Dios por gracia, por Jesucristo, por fe...”
“...una santa Iglesia cristiana será y perdurará para siempre. Esta es la asamblea de todos los creyentes entre quienes se predique el Evangelio en toda su pureza y se administren los Sacramentos de acuerdo al Evangelio. Es suficiente para la unidad verdadera de la iglesia Cristiana que se predique el Evangelio conforme con un entendimiento puro de él, y que los Sacramentos sean administrados de acuerdo con la Palabra divina. No es necesario para la unidad verdadera de la iglesia Cristiana que las ceremonias, instituidas por los hombres, sean observadas uniformemente en todos lugares.”
“...el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo están ciertamente presentes en la Santa Cena en la forma del pan y vino que son distribuidos y recibidos. Entre nosotros, ambos dones son dados a los laicos en el Sacramento. La razón es que hay un mandamiento claro de Cristo, “Tomad, todos vosotros.” (Mateo 26:27). Concerniente al calíz, Cristo manda con las palabras claras que todos deben de beber de él.”
“...se debe hacer las buenas obras, no porque debamos hacerlas para ganar gracia, sino para que podamos hacer la voluntad de Dios y glorificarlo. Siempre es sólo la fe, la que capta la gracia y el perdón de pecado.”
“...Debemos recordar a los santos para fortalecer nuestra fe, cuando vemos la gracia que ellos recibieron...Además, sus buenas obras deben de ser un ejemplo para nosotros...Sin embargo, no se puede comprobar por medio de las Escrituras que debemos invocar a los santos o buscar ayuda de ellos. 'Pues, hay un sólo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús.' (1 Timoteo 2:5)...El solo ha prometido escuchar nuestras oraciones.”